martes, 6 de febrero de 2007

Pipi tatuajes

José Manuel Estrada, es un hombre feliz que promete, para arreglar el entuerto de llevar en su brazo el nombre de Terelu, su ex, la niña de María Teresa, solucionarlo sobre-tatuándose con sangre la cara de su perro. Eso es juzgar con la imaginación o con el doble significado de las palabras. El perro es el mejor compañero del hombre. Pipi lo confirma. Los perros, que sepamos, no se van con tíos que venden BMWs, a lo más se olvidan de nosotros si le tocan la primitiva. Pipi está contento y se le nota. Falta que después de reconducir a Myrian por el buen camino, la Conferencia episcopal lo nombre hombre del año, o por lo menos candidato a los premios Familia. Después de sacar a la rubia -con bote o sin él, y lo digo por la primitiva- de los lodos del sexo duro y del rock and rock, del infierno casi, se lo merece. Y de ahí a la exclusiva amorosa sólo hay un puñado de euros. A más euros más amor. Dios dirá hasta donde llega el encantamiento de este donjuán en reconversión.

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