La Campa, María José en su fé de bautismo, como corresponde a esta España de Matamoros, está viviendo días de torero y rosa mientras espera la llegada al país de nunca jamás de la niña que hará sombra a la de Belén Esteban.
A La Campa le sube la barriga por meses mientras espera que le entreguen definitivamente terminada la casita sin chocolate que se han comprado en Jerez, casi a las espaldas de Hipercor, para que la musa del torero, la que lo sacó del ruedo de las bragas y los sujetadores de veinteduros, tenga donde entretenerse, sin caer en el saco de las lenguas viperinas de sus antiguas vecinas de El Bosque, el pueblo gaditano en el que empezó viviendo.
Ella, hacendosa muchacha de exclusivas, ha pasado del teléfono a la gloria y me aseguran que se da un arte que no se puede aguantar poniéndole la taleguilla en su sitio al torero. Eso es gracia. En cuanto salga de la cuarentena, se va con su cuñada Carmen Janeiro a dar clases de salsa en "Mira quien baila". Y si no al tiempo.
lunes, 5 de febrero de 2007
La Campa, de telefonista a preñada en estado de gracia
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