martes, 18 de septiembre de 2007

Los McCan estrenan nuevo asesor de comunicación

La puesta en escena más desternillante y escalofriante de los últimos años, la han llevado a cabo unos tristes padres de un pueblecillo inglés, que por esas razones inexplicables han pasado de víctimas, a no se sabe qué, con el apoyo financiero de miles de almas caritativas –entre ellas por eso del marketing global el propietario de Virgin- que contribuyeron a la buena causa de encontrar a la pobre Madeleine. Pero como diría mi madre: Sólo ella perdió; los otros, los vivos , las baguettes, el pan de higo y los bollos.
Fíjense que la culpa, de haberla, que ya la hay pase lo que pase, es de todos nosotros los que nos creímos una historia que se fraguó a base de mass medias, retratos de oportunidad, audiencias y abrazos con nuestros líderes, incluidos los espirituales, hasta papito Ratzinguer, que hasta bendijo una foto de la niña, y Pérez Rubalcaba, nuestro ministro del Interior, que halló hueco en sus apretada agenda para recibir y fotografiarse con los desesperados padres, que también están manejando la opinión pública, aunque últimamente hayan perdido puntos de credibilidad por las dudas que va sembrando la policía lusa.
Pobre Madeleine, es lo que pasa cuando se tiene cara de anuncio de suavizante y unos padres que se han destilado a conciencia toda la parrilla de serie C de la televisión mundial. Quizá por eso fue Portugal, casi segunda sede de esta Fauna Ibérica de difícil protección, el lugar en el que este desafortunado publirreportaje se puso en marcha.
La máquina –publicitaria esencialmente- ya está en funcionamiento. Por eso, ocurra lo que ocurra, esta niña, que gira la cabeza en alguno de los videos que los padres “gentilmente” han facilitado, como si fuera la mismísima muñeca diabólica, vende un estándar de belleza y conmiseración, que ya veremos si no termina convertida en muñeca y promocionándose en los grandes almacenes dos estantes más allá de la Barbie. Es un poco –y aunque cueste pensarlo y decirlo- el poder de convocatoria del dolor ajeno.
Pero párense un momento y atrévanse a preguntarse: ¿Y si Madeleine no hubiera muerto? ¿Y si la niñita que nos mandaron mirar a los ojos nunca hubiese existido? ¿Y si fuera verdad que la pobrecilla era sedada regularmente para que durmiera y dejara tranquilos a tan encantadores y mediáticos papás, como ha afirmado el Servicio de Medicina Forense de Birmingham y ha publicado The Times, a partir del análisis de ADN de unos cabellos de la niña?
Por si el espectáculo no estuviese ya asegurado y como si no hubiera otros abogados en Gran Bretaña, los padres de Madeleine, han contactado con Michael Caplan, uno de los abogados del dictador Pinochet. Entre abogados y con un nuevo portavoz y asesor de comunicación, Clarence Mitchell, un ex periodista de la BBC, que casi hasta ayer dirigía una oficina perteneciente al Departamento de Información del Ejecutivo británico. En fin, que todo parece listo como para se proclame la defensa del orgullo nacional británico. Y si no al tiempo.
Y mientras todo sigue modelándose –así lo dicen ellos- la tenebrosa imagen de estos médicos ingleses de Laicester, en el centro de Inglaterra, crece tanto como su fama. Igual Madelaine siga viva –como ellos afirman- y todo esto se archive como el reality que ya fue. Y por esta vez sería hasta lo mejor que podría pasar.

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