miércoles, 9 de mayo de 2007

Sofía Borbón Ortiz: No somos más tontos porque es imposible

Asisto atónito al circo monárquico, perdón quise decir mediático. Las autoridades deberían conceder al pueblo ocho días de fiesta y otros tantos de corridas –ustedes ya me entienden- como antes, cuando los reyes eran reyes y el circo no estaba en decadencia. En mi salón de golpe y porrazo me crecen los Dolce Vitas, los Cantizanos y el pelotón de reposiciones que presenta la dulce y separada musa de Marina d'Or. Manda huevos la actualidad, el interés informativo y la relevancia de los papás de la criatura.
Ese mismo día y a esa misma hora seguro que nació alguna princesita más. Siempre hay quien goza de esta coincidencia y tiene su minuto de gloria. Es gratificante saber que ambas tendrán el mismo horóscopo, el mismo ascendente y hasta la misma carta astral, palabra de Aceves, el mago. Pero sólo una de ellas tendrá, digan lo que digan los astros, el futuro y la exclusiva garantizados. Las ventajas de caer de pie y con corona.
Pero el abuelo se hizo esperar. ¿Y quién le pone hora al Rey? ¿Dónde estabas abuelo? ¿Cazando osos borrachos? De visita privada, dijeron; descansando, apostillo su casa, la Real. ¿Cómo? ¿Pero tendrán los reyes agenda privada? Amando de Miguel redice en la COPE que no. Y ya saben que en la casa del señor no dicen metiras.
A lo mejor don Juan Carlos se enfadó por el nombre. Esas cosas pasan. Quizá todo fue por eso. Sofía, como su abuela, una reina muy profesional. El adjetivo quiere decir más o menos que ha tragado mucho sin rechistar. Para eso le pagan ¿O no? ¿Y quien cobra más Rajoy o la Reina?

El abuelo ausente
Y el Rey siguió sin aparecer. Y el personal esperando. ¿Estará enfadado de verdad? Y cuando fue a la clínica casi ni saludó ni a los periodistas; a los tristes periodistas que querían regalarle unos patucos ¿Y no la podrían haber llamado Juana? Ese nombre tiene solera e historia. Seguro que hasta a los de la Memoria Histórica, que son más bien rojillos, les habría gustado. Juana, como la Loca; y Felipe, como el hermoso; como papá.
¿Y el Rey dónde estaba? ¡Más allá de Rusia supongo! Ya ven, a la abuela casi le dio tiempo de ir y de volver? ¿Serán los imprevistos de quedarse de Rodríguez? Cualquiera sabe, sólo él lo sabrá. Yo sólo sé que Zapatero –otro Rodríguez- lo esperó sentado. Y Rajoy también. El más feliz fue Gallardón que tuvo tiempo hasta para tapar otro par de zanjas. ¿Y si el Rey no está no va ni dios? Y los fotógrafos pendientes. Y Cristina también tardó, liada como estaba con el cumple de Miguel: que si las velas, que si la tarta... Al final tendrán razón los que dicen que desde aquel feo a los Urdangarín nada es igual entre las cuñadas. Raro raro. Un cumpleaños tampoco es para dejar para lo último la visita a quien con un cambio de sexo podría hasta reinar. Es cuestión de hablar con Teresa Viejo para que le apañe un cambio. Y además lo hacen en clínicas privadas. Por ahí sin problemas.
¿Será verdad que en la red pública de salud no saben hacer una cesárea? Seguro que no. Y además, los de lo público son capaces de querer que las células madres se queden a disposición de quien las necesite. Eso si no pierden antes el cordón. En la privada esas cosas no pasan. Exacto. Vergüenza real les tenía que dar; pero en fin, ellos sabrán. Y las células madre a su sitio, al fresco en el Cord Blood Registry de Arizona (EEUU), como manda la tradición. Y después a rezar. Que las virgen de Atocha, protectora de los Borbones desde el siglo XVII, los ampare.

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