lunes, 28 de mayo de 2007

Cuaderno de campaña: promesas de amor eterno y de lo que sea

Cada día admiro más a José María Aznar aunque a días se pase cuarto y mitad, pero es que los poetas son así. Y es que si lo suyo no es pura poesía (aunque el maestro Caballero Bonald no lo trague por esas guerras que nos legó) todo lo demás son cuentos. Aunque nadie dijo que la poesía sea cosa de pacifistas. Ya ven, Garcilaso, si no clavaba una espada en lo más hondo de un pecho, tampoco era capaz de componer una égloga, un soneto a lo mejor; ya saben que un soneto lo escribe cualquiera.
Pues bien, a lo que íbamos, uno, cuando creía que lo más que vería en la última campaña electoral sería la promesa de ZP a los trabajadores de Delhi en plan cantar de ciego; se encontró de bruces con la más hermosa declaración de amor de los últimos siglos electorales. Si Ana Botella no le hubiera negado los labios en el último momento (pero ya saben que la doña es mucho de guardar las formas) y ambos hubiesen dado rienda suelta a su pasión de funcionarios públicos en excedencia -¿O será en excelencia?- el gesto hubiese pasado a la historia política amorosa de nuestra nación. Aunque dios me guarde de declaraciones públicas de amor y lealtad eternos. Todavía recuerdo la propia de Muñoz, reafirmando su vida en pareja con la Zaldívar, y días después a la señora quitándose la espinita del desamor y los recuernos, desgañitándose en directo en televisión, y sin cobrar, que es más grave. Claro que lo de Ana y José –como lo llama ella- no tiene ni punto de comparación, en casa de los Aznar las bolsas de basura son para lo que deben ser. “Y ahora que somos abuelos quiero reiterar mi amor ante testigos”, dijo este poeta con look de pijo de Carabanchel Alto, y que si hubiese vivido en tiempos de Primo de Rivera hubiera terminado de miembro de la Generación del 27. Pena que su niña se casase con Alejandro. Ya me cuidaría yo de dejarlo sólo en las carreras y menos en compañía de Il Cavalieri, que ya saben que –sin Viagra o con él, Menen aparte- se monta las reuniones de trabajo en grupo.
Claro que el premio a la promesa del año en esto de los negocios de lo duro si dura dos veces duro, debe llevárselo Nadal Galiana, el candidato socialista en el pueblo alicantino de Finestrat, que conociendo por dónde va el agua al molino y cuales son las necesidades de su electorado –digo yo que lo habrá basado por lo menos en un estudio de mercado- está por financiar el gasto contra disfunción eréctil. Eso es preocuparse por un pueblo satisfecho y lo demás son cuentos. O poesía, como ya dijimos. Y por si llega el caso también promete píldoras anticonceptivas de emergencia. Es lo que se dice pensar en todo. O en casi todo, que algo tendrán que aportar los electores y las electoras, o se creían que ya estaba todo hecho.
Mejor fue la propuesta virtual de Candi, la replicante de Paloma Sainz en Second Life. La candidata del PSOE a la alcaldía de Oviedo se ha codeado virtualmente y para la ocasión con Hillary Clinton y la entristecida Ségolen. Ahí sí que puede prometer lo que quiera, es gratis, sin problemas, casi como en la vida real. Por lo menos no le pasará lo que a Pilar Sánchez, candidata socialista en Jerez de la Frontera (Cádiz) que se tomó tan en serio lo del cambio radical, que sus paisanos creyeron que se presentaba al puesto miss Jerez. Tuvieron que sustituir toda la cartelería para tratarla de las secuelas propias de abusar del Photoshop.

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