miércoles, 9 de mayo de 2007

La caquita de la infanta Sofía

Y la niña hizo pipí. ¡Qué monada!, dijeron al unísono todas las visitas. Y siendo tan lista como mamá no llora ni por las noches. Duerme cual lironcita real. Mamá puntual le da la teta ¿O no? ¿O las princesas tienen los pechitos para otros menesteres? Las presentadoras no, que yo me conozco a una que es del club de la Gota de Leche, leche de presentadora de televisión, es de suponer. Y la niña se hizo caquita, mierda real. Suena mal, pero en fin. Y la caquita real será azul. ¿O no? Cuánto ha cambiado todo. En los cuentos ni las infantas ni los príncipes hacen esas cosas. Las princesas tampoco. Un osado periodista hace guardia junto al contenedor al que llegará el presente. Son los riesgos de la profesión ¿A qué olerá la caquita real? ¿Lo sabrá Peñafiel? Lo mejor es que escriba otro libro. ¿Y la prima tiene dientes? ¡Vaya niña más graciosa.
“Felipe, mi rey, ¿Le cambias el pañal?” Los reyes modernos ya no son lo que eran. “¿Preparaste el bibi?” Los príncipes de estos cuentos saben hasta que después de la toma hay que coger a la nenita y darle unos golpecitos en la espalda. Piiiii… Plaff… Anda, un pedito. Pedo real y con dotación presupuestaria, por supuesto. Los cuentos ya no son lo que eran.

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