miércoles, 23 de mayo de 2007

Destino Malasia:

A Marbella le vendría bien que se le apareciera una virgen. Y no hablo por Yola Berrocal que se postuló de alcaldesa con promesa de silicona para todas. Y para todos. Mientras Yola toma posesión nos quedamos con Paulino Plata, del PSOE, que quiere poner su trasero, hasta ayer turístico, en el sillón que pisaron con garbo y caradura Jesús, Julián y Marisol. Con su permiso espero sentado un autobús que me llevará por la ruta Malaya. El que no saque partido de este vodevil con tintes inmobiliarios que venga Roucco y lo santifique. Y si tiene que pedirle permiso a Benedicto que se lo pida, servidor se ha quedado más tranquilo desde que sabe que a los narcotraficante les espera el infierno, palabra de Papa. Mientras espero me reafirmo en que si la carcelera de España se hubiera comido un veinteañero, que es lo que dice la publicidad, estas cosas no le habrían pasado.
Y el minibús que no llega a la parada cercana a la Cafetería Marbella. Otra vez me monté en uno que me llevó a Ambiciones, a la finca torera de los Janeiro en la sierra gaditana de Prado del Rey. Me corrí de gusto –perdón, que hay menores a la vista y esto no es un corto de Pepe Catman, director andaluz de cine porno- con la fotografía que adornaba el salón del cortijo: Jesulín llamaba por el móvil desde el centro de la plaza, desde donde otros brindan los toros. Don Jesús acaba de retirarse. Fue en la plaza de toros de Jerez. Le dieron una oreja, que no es poca cosa. El rabo se lo llevaría puesto. El autobús es blanco, como el candidato socialista a la alcaldía. ¿Será publicidad subliminal?
Me ofrecen el viaje en taxi pero prefiero mi autobús. Nada mejor para sentir cerca a la humanidad. Y con las calores más. El bus malayo tiene pinta de pasarlas canuta en la ITV. Los encausados retratados por el juez Torres sonríen en fotocopias tamaño A4 con escaso glamour desde las ventanillas de la chochona. En mi pueblo a un minibús como éste lo llamaban así. Y al malayo, mirando las fotos, lo de chochonas le queda que ni pintado. Chochonas de armas tomar: Maite, Marisol y las Isabeles. También están Roca, el inocente, y don Julián, el hambriento. Hecho de menos a las Roquitas, las loteras, esas muchachas tocadas por la varita de la suerte.; y a Carlitos Fernández, místico varón desaparecido dios sabrá dónde.
El bus ranquea frente a los apartamentos de Roca. El edificio me parece una pirámide como las que construyeron los faraones egipcios. Lo toco para ver si me traspasa algo de suerte para la primitiva. No pudo ser, o por lo menos no duró todo lo que hubiera deseado. Lo mejor de la travesía llega cuando recala en “La Pera” para ver la chabolita de “Mi gitana”. “De aquí salieron presos Julián y Maribel”, dice mi compañera de excursión. “Son las cosas del amor”, le digo yo. “Amor al taco –pienso-, como diría César Cadaval de Los Morancos. Me cayo porque el fervor pantojista de mi compi me hace temer lo peor si descubre mi interés periodístico. En la puerta del chalé una manada de periodistas hace guardia por si Kiko sale a comprar tabaco.
En las ventanas del Hotel Guadalpín se reflejan las pocas nubes primaverales que alivian el sol marbellí. La comisaría de policía y los juzgados se incluyen en el billete. Pasamos rápido no sea que al juez Torres le dé por preguntar. Y servidores ni bolsas de basura, ni comisiones por mover papeles, ni relojes ni boleros… ¡Vaya cuadrilla más triste!

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