sábado, 21 de julio de 2007

¿Quién es esa señora que va con Darek?

¿Quién será la señora que va con Darek? Me preguntó mi sobrina, que como tampoco domina el español y habla con acento cheroqui, está ilusionada y cree que también podrá hacer un programa en laSexta, donde el paisano de Juan Pablo II, q.e.g.e., está ganando tanto terreno que empiezo a temer por las vidas laborales de Patricia Conde y Ángel Martín, que supongo deben saber qué le ha hecho este joven a Milikito para estar a punto de convertirse en el rey de la casa, un hito –el de la penetración de un muchachote del Este en las televisiones de España- que sólo tiene parangón en la ascensión a la gloria de Valerio Lazaroz; claro que aquél, por muchas mamá chichos y Carmen Sevilla que redescubriera, tenía otras habilidades. Y de Darek no reconocemos mucho más que esa propensión a comprarse los pantalones y las camisetas un par de tallas menos, seguramente porque el presupuesto no le da para más.
Claro que la desconocida que acompaña al mozo debe ser por lo menos su tía –nada de tía abuela, tía a secas-, y si me apuran mucho, igual es una prima hermana entradita en años que ha venido a ver cómo pone a las Españas a la altura de su bragueta.
Claro que peor es lo de don José Saramago, que aparte de que no sale en laSexta ni por equivocación, y eso ya es grave, se permite augurar que igual mañana, o pasado, tampoco lo pone muy en claro, aunque quizá sea lo mejor con la que está cayendo en tierras Vasco-Navarras, que este bendito país y los vecinos lusitanos algún año de estos se fundirán en uno solo bajo el nombre de Iberia. Y yo les juro que me lo creo. Y además, tendríamos la posibilidad de llegar –como es costumbre- una hora tarde, hora canaria, hora portuguesa, como corresponde. Y si uno se pierde en la T4, échenle tres cuartos de hora más, como debe ser. Pero… ¿Y quién será ese tal Saramago? Seguro que Darek lo sabe, tiene cara de saberlo todo, ya veremos. Y si no que hable la señora que lo acompaña. Para mí que está buscándose las habichuelas con el pobrecito. Pobre muchacho. Trabajar tanto para que otras se aprovechen de sus bondades. Y es que no se puede ser tan cándido en esta vida, que después ya veremos si la tal no se va de plató en plató contando lo incontable.
Y eso que de la señora me suena la cara pero no caigo. De él sí que me lo sé todo: el número que calza de pie y el número que tiene sentado, la marca de preservativos que prefiere -¿O ya no le hacen falta?- y hasta el nombre de su abogada, porque en estos tiempos un famoso sin abogada ni es famoso ni nada de nada. Dice mi colega Ricardo Castillejo que la desconocida, que no debe tener dinero ni para comprarse una falda en condiciones como a la vista está, le falta tela por todos sitios, que la tal es hasta celosa y que atacada de celos, en mi pueblo se diría lacónicamente “de cuernos” (digamos que potenciales, por si acaso) que no deja ni que el pobre Darek tenga la abogada que quiera. Y es que ya saben que no somos nadie. Y si eres famoso menos. Y si tienes una señora que te sigue como si fuera tu sombra peliteñida todavía menos. Qué pena de muchacho, con lo feliz que había de ser antes de este embrollo. Y ahora, ya verán, se lo llevará a la playa para que marque paquete y sus amigas de peluquería se mueran de asco o de envidia, que uno ya tampoco sabe cuál es el pecado nacional.

Intento desesperadoSer metrosexual para eso; para eso y para vivir con la portañuela en un tris, que también es un apuro lo de maldormir soñando que llega la tía de Martini y sin mediar palabra, te corta los cojones de un tajo (¡Eso sí que es un trauma, ya les contaré otro día, pobre George Cloony!) como si fueras un toro de hielo cualquiera.
Claro que me cuenta mi buena amiga Inés, psicóloga de profesión, que lo del mozo y la desconocida, esa señora de la que ya no soy capaz ni de recordar ni su nombre ni sus facciones, es habitual a ciertas edades, y que hay literatura científica sobre este tema toda la que se quiera, porque no es más que un intento desesperado de retener la juventud al que se recurre cuando ya se ha probado de todo sin éxito. Y que engancharse a jovenzuelos es para chuparles la sangre –ya pensaban en otra cosa, qué mal pensados que son- y otros jugos con el sueño de hacer posible lo imposible. Pero me advierte que estas cosas terminan mal cuando no enseñando las tetas en alta mar en la cubierta de un yate prestado. Y si no recuerden, que de marujeos y otras yerbas va la nación sobrada.

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