sábado, 21 de julio de 2007

Pijos virtuales

Estoy por pedirme un café con churros y santas pascuas para volver a la realidad. Y es que tengo amigos que me dicen que se van de fin de semana a secondLife.com, donde han conocido a una mocita que ya les contaría; y otros que aseguran que el nuevo gobierno del mundo empieza en Vorovoro, una isla en Fiyi, en el sur del Pácífico, y en la que una tribu virtual se ha hecho real, digo yo que para desgracia -o suerte, que eso nunca se sabe- del jefe Tui Mali y de los yavusa, que eran, hasta ayer, los habitantes de la isla. Ahora los jefes, además del nativo, son Ben Keene y Mark James, que organizan la movida isleña. Ahí los tienen en tribewanted.com
Y como en la red hay de todo, los pijos del mundo no iban a ser menos. En asmallworld.net, ASW para los niñitos y las niñitas de papá y mamá, pueden encontrar –si les permiten el acceso- lo más granado del pijerío nacional e internacional.
La gloriosa idea la tuvieron un sueco de nombre Erik Wachtmeister y su esposa Louise, con la esperanza de ofrecer un sitio de encuentro sólo reservado para bañistas de Saint-Tropez y esquiadores de Gstaad en Suiza, por un poner. Y claro, al sitio, como a los clubes ingleses, no entra cualquiera. Y dicho esto ya se pueden imaginar quienes sí pueden entrar: Lo más chic de nuestra selecta bollería, desde Tamara Falcó –miss carné por puntos- a Carla Goyanes, desde Alejandro Agag -el Fórmula1- a Luis Alfonso, el rey de Francia –virtual, claro está-. Pijos del mundo unidos. Hasta Paris Milton forma parte del club. Una gozada que te pueda contar en primera persona su experiencia mística en la cárcel.
Ha contado Wachtmeister que al club sólo se llega por invitación y que en cierta ocasión se les coló un tal que decía ser Bill Clinton. Y allí que lo tuvieron. No ha aclarado quién lo llevó de invitado, ni cuáles fueron sus credenciales. Igual con los antecedentes ovales del ex presidente todo lo demás sobraba, que ustedes no sabe cuánta perversión se vende por esos saraos del mundo virtual ni cuánto está el mundo de necesitado de experiencias extrasensoriales. Al final no era Bill y más de uno y de una se debió sentir decepcionado. ¿Con quién lo habría hecho? ¿Quién sería el impostor?
Y es que una cosa es tener cara de pijo, y hasta de tonto, y otra serlo. Democracias aparte, de cintura para abajo, todos romanos, o a lo mejor iguales, que queda como más social. Perdón, o casi, que después se me enfadan las seguidoras y los seguidores de Nacho Vidal, que ya saben que marca paquete con un vaso de cubata como paradigma y esencia de su inmortalidad.
Ah, la inmortalidad. Cada cual la consigue como puede. Fíjense que por Internet uno puede ser lo mismo pijo, que monja que santo. Así que si quieren serlo olvídense de monsergas y dense una vuelta por quierosersanto.com. Yo me he apuntado por si acaso. Y no se crean que es cachondeo. El sitio está dedicado a Santo Domingo Savio, que no tiene nada que ver con San Domingo y otros goces festivos. Nada de eso. Es un niño santo salesiano con todos los papeles en regla, que eso de la santidad tiene mucho que arreglar. Fíjense la que están montando para canonizar a Juan Pablo II que podría terminar de patrón de la Fórmula 1. Robert Cubica, del mismo modo que algunos camioneros de Ubrique llevaron un tiempo una foto de Belén Esteban en la cabina, llevaba cosida a su mono una foto dedicada del pontífice polaco cuando chocó contra un muro a 280 km/h en el GP de Canadá. Y ahí lo tienen, ileso. Milagro.

Rato amoroso
Menos santo, o por lo menos no de mi devoción, don Rodrigo Rato, el del FMI (y yo que creía que eso era una de las emisoras de radio que siempre tuvo su familia) ha anunciado que dimite, que esto de estar con los dineros del mundo harta, que mejor en casa, de Capitán Trueno del ínclito Mariano, cerquita de los niños, que ya saben cuánto hueco deja una separación matrimonial, que después todo son problemas. Claro que en Italia, el “Corriere Della Sera”, ha dicho que lo deja todo por amor. Otra vez el romanticismo. “Per amore” -para ser más exactos- a una periodista española diecisiete años más joven que el suegro de Espartaco. Y es que las periodistas cuando besan… Y si no acuérdense de Ségolène Royale que no gana para disgustos. Primero no le votan ni sus primos franceses, y después François Hollande, su amantísimo marido, se lía con la periodista de Paris Match, Valerie Triermeiller. Adiós castidad, adiós.

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