sábado, 3 de marzo de 2007

Don Julián, el folclórico enamorado: puro teatro

Si por don Julián fuera, aquel niño de Arenas de Ávila, con bigote de folclórica, ahora mismo estaba en casa, dándole cuerda a su colección de relojes y a su niñita Isabel si hiciera falta.
Don Julián, en esas soledades de la cárcel, está reflexionando mucho y bien sobre la vida que llevó, y sobre las licencias que se permitió (los años de cárcel y la soledad se le amontonan) y las muchas que dio a golpe de ladrillo y bolsa de basura. El juez Miguel Ángel Torres tiene abierto el confesionario y Muñoz espera la absolución y el perdón de los pecados, mientras su seño, su santa, se arrepiente a golpe de bolero y bata de cola.
Don Julián tiene pesadillas. En las noches lúgubres y frías de la prisión jienense, con los olivitos escarchados y arrecidos, se le aparece el alma en pena del difunto Jesús Gil, que le tira del bigote. Ya veremos si no denuncia malos tratos. Pobre Julián, “no tiene ni un euro”, lo dijo su abogado José María del Nido. Habrá que entender que él lo defiende por compasión, por la felicidad de otros tiempos.

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