miércoles, 31 de enero de 2007

Quintero y Obregón, una pareja del montón

Anita la ardiente sin sus siete, se fue a la casa de Quintero, el loco de antes de su revolución burguesa, a contestar preguntas "inteligentes", porque sabido es que, mozas como ésta, con minifaldas como esas, con unas piernas de ese porte, y con un cerebro como ése, sólo acuden a citas interesantes.
Menos mal que la Preysler sin quererlo ya lo dijo: "A ciertades edades con una minifalda así sólo puedes hacer el ridículo", o más o menos, que con el Viagra, las neuronas terminan tocadas. Ustedes ya me entienden.
Conclusión: Cuando Anita se doctoró en Biología (en la humana suponemos) y entretuvo su tiempo estudiando a la mosca del vinagre, aquella estudiante aplicada y repipi, aprendió tanto del animal, que las muestras de indentificación cada vez son mayores. Los hay que dicen que hasta se hizo un transplante. De cerebro por supuesto. La mosca todavía está llorando.

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